Durante el periodo de transición en los rebaños lecheros, el aumento de la demanda energética para producir leche y la ingesta insuficiente de pienso inducen un estado de balance energético negativo. Para superar este desequilibrio, las grasas corporales se movilizan en forma de ácidos grasos no esterificados (AGNE). En condiciones ideales, los AGNE se transforman en lipoproteínas de baja densidad (VLDL) en el hígado y pasan al torrente sanguíneo, de modo que los distintos tejidos corporales los utilizan fácilmente como energía. Cuando los AGNE no se transforman en VLDL, se almacenan como grasa en el hígado (causando el llamado hígado graso) o se convierten en cuerpos cetónicos. Como resultado, la vaca desarrolla cetosis (acumulación de cuerpos cetónicos) y ve reducido su rendimiento productivo a lo largo de la lactación.